Me sorprendió mucho ayer las dos secciones que la revista
Caimán (antes Cahiers) le dedicó al cine digital y al 3D. En primer lugar, porque es una publicación que, hasta el momento, se había mostrado escéptica, cuando no detractora, del cine estereoscópico. Y en este nuevo número, no solo dice algunas de las verdades más grandes de esta nueva manera de hacer cine y que, a menudo, se olvidan tras los grandes hallazgos tecnológicos que lo han impulsado.
No creo que sea casualidad que algunas de las revistas más importantes del medio hayan hablado en sus números de febrero del 3D con una visión esperanzadora, no sólo como un hito tecnológico, sino como la frontera de un nuevo lenguaje audiovisual. Pienso que de Scorsese y Mélies tienen que ver mucho en ese cambio de opinión. Martin Scorsese ha desarrollado el lenguaje audiovisual de un modo propio que ha provocado que, por ejemplo, los 90 sea una constante revisitación de los logros que él ya apuntaba veinte años antes. Georges Mélies fue uno de los pioneros del cine, a menudo injustamente olvidado - como otros cineastas, algunos de los cuales nos tocan de cerca, como Segundo de Chomón - sentó las bases de lo que vendría a partir de entonces en el nuevo medio. Precisamente por ello, quizá se mencione en dicho reportaje que Lumiére siempre creyó que las imágenes en movimiento deberían estar disponibles estereoscópicamente y en color, y siguió trabajando en ello hasta los años 30, cuando finalmente creó una serie de piezas de demostración. La intención de los pioneros del cine siempre fue hacer la realidad más real que la propia, traspasar la cuarta pared. Que un tren viniera hacia cámara o Porter pusiera a un pistolero disparando al público no son una casualidad, sino un cálculo muy preciso de lo que esperaban de sus esfuerzos.
Del mismo modo, el artículo comienza con una cita muy reveladora de Eisenstein: ¿El futuro del cine será estereoscópico? ¿El mañana vendrá después del hoy? Esto lo dijo en 1948 uno de los padres del lenguaje cinematográfico que se ha desarrollado a lo largo del s. XX y que a día de hoy se sigue empleando. ¡En 1948! El cine no comenzó en 1895. Desde el inicio de la civilización el hombre ha tratado de contar historias en imágenes. Las pinturas rupestres pueden considerarse el primer intento; los retablos medievales son sin duda un storyboard, lo que unos siglos después se emplearía para contar con linternas mágicas y armatostes similares. Fue el mismo Mèlies, quien presidió el organismo internacional que decidió el uso de la película en 35 mm como estándar industrial y profesional. Ese fue un paso más en el lenguaje cinematográfico. A partir de la aparición del Súper 8 casero y, sobre todo, a raíz de la democratización del vídeo, el lenguaje cinematográfico se expandió una vez más, igual que los jóvenes franceses habían reivindicado antes el uso del 16 mm, denostado para la televisión hasta entonces, para rodar sus películas, que a día de hoy siguen vigentes.
Sin el vídeo, muchas generaciones de nuevos directores, no habrían tenido acceso a lo que querían contar. Del mismo modo, el 3D y el cine digital se está comenzando - lentamente - a asentar para permitir una mayor accesibilidad a nuevos creadores. No hay nada más bonito que una proyección de 35 mm (o mejor, de 70 mm), sin embargo que hoy las salas de digitalicen debe ser visto como una buena noticia y no como una mala. Es más barato rodar en 35 y una vez terminado el trabajo, se pase todo a digital, que tirar copias y copia en 35 mm. No soy de los que creen que el 35 debería desaparecer, del mismo modo que a día de hoy se siguen comprando y pinturas por su valor artístico. Rodar en 35 y a partir de ahí seguir el proceso en digital sería la mejor solución, a mi parecer para películas que pudieran permitirse el precio del celuloide. Pero están las otras películas, las que no pueden acceder a esos presupuestos. Es más barato y accesible rodar en digital y hacer copias digitales y estrenar, con un número mínimo de copias, en muchos cines. Solo hay que disponer del tiempo para mover esas copias entre las distintas salas. Tanto en 2D como en 3D. De ese modo logramos hacer Road to Wacken y que se estrenara - aunque fuese brevemente - en cines. De ningún modo, si no hubiera sido por el cine digital, habríamos podido acceder a una distribución similar. Del mismo modo, otras películas independientes se encuentran con esa ventaja y la saben aprovechar, otras todavía no han sabido ver la oportunidad, pero poco a poco lo harán.
Algunos pensarán que el cine digital solo sirve para películas caras, pero una copia en DCP es infinitamente más barata que una en 35 mm. De hecho, la normalización DCI y el uso de formatos DCP para las películas significa, como lo hizo la estandarización del 35 mm en su día, la democratización para todos aquellos cineastas que sepan y quieran aventurarse a abrir nuevos caminos, que son los que el cine lleva abriendo desde el principio. Me alegra mucho ver la opinión del presidente de los Cines Verdi, que dice que precisamente por la digitalización de sus salas, la oferta no va a menguar o volverse más mainstream, sino que dará acceso a contenidos en esas pantallas que de otra forma no llegarían.
El cine digital y la estereoscopía solo son un peldaño más en el lenguaje audiovisual que el hombre lleva desarrollando toda su existencia. Creer en el cine como algo estanco, como algo que empezó al final del s. XIX y que en el XX alcanzó su cenit, es de una estrechez de miras abismal. El 3D no es el último paso en el cine, es uno más. No podemos, a día de hoy, imaginar lo que será el cine dentro de 200 años. Podemos aventurarnos y es precisamente de la aventura, de donde salen los grandes pasos.
No en vano, el reportaje se cierra diciendo algo que creo firmemente: el cine será holográfico. A día de hoy, podemos ver hasta allí, hasta dentro de 100 años quizá, del mismo modo que Eisenstein y Lumière, en el s. XX veían que el cine sería estereoscópico y, 100 años después, lo es. El cine es algo que ha mutado y seguirá mutando inevitablemente. Abracemos el cambio y apoyémoslo, hagamos de él algo significativo y memorable y, sobre todo, abramos nuestra mente a él. Los pioneros del cine ya lo hicieron.